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Editoriales David Samaniego

Los comités barriales

Los comités barriales

Entre Guayas y Santa Elena se nos han ido treinta y seis años de vida, bien vividos naturalmente, porque cuando uno se afana en obrar como Dios manda por el bienestar personal y social, es imposible sentirse mal. Guayaquil cautiva, atrapa, sus lazos son imperceptiblemente fuertes. Santa Elena es joven, tiene el encanto de la inmadurez, pero ‘de a poco’ se perfila positivo su crecimiento. En estas dos provincias hemos vivido de cerca, mi compañera de ruta y yo, las ilusiones y los avatares de los comités de barrio, de los comités promejoras, de las directivas de ciudadelas y departamentos, espacios donde muchos viven. Donde asoman necesidades surgen asociaciones para tratar de remediarlos.

En breve síntesis, estos son los fines de un comité: agrupar a los moradores que residan en el sector; procurar  mejoras  socioculturales y  materiales con apego a los estatutos y leyes vigentes; propiciar el acercamiento entre los moradores para vigorizar el espíritu de solidaridad; mantener relaciones con otras entidades sociales, culturales, deportivas, educacionales, etcétera, procurando participar en gestiones o programas de carácter institucional y comunitario; gestionar e impulsar la  realización de obras de infraestructura que beneficien al sector; propiciar una cultura de paz y seguridad y aportar a la construcción de una sociedad democrática. El Miduvi otorga personería jurídica a los comités, de diversa índole, que persiguen objetivos similares.

Hace pocos días escuché, en la posesión de autoridades de un comité barrial: “Los reclamos no escuchados, la constatación de males comunes, el conocimiento de carencias jamás atendidas, la falta de autoridades capaces, responsables y cumplidoras de la ley, en parte, constituyen el qué y por qué nace este comité… Los seres humanos debemos trascender y hacernos presentes en la vida, y qué mejor si esa presencia es en bien de la comunidad”.

Como todo pueblo chico, una agrupación naciente anhela que su alumbramiento tenga como testigos a los principales gestores de la administración de un cantón. Imposible dejar de invitar, para esta ocasión, a quienes fueron elegidos por el pueblo para velar por su futuro. Conozco que las autoridades del cantón recibieron su carta y confirmaron su asistencia. Ninguno acudió. Nadie mandó su representante. La ceremonia fue solemne, comenzó a tiempo. Un sueño lo convirtieron en realidad.

Se dijo en esa noche, a las autoridades ausentes: “Ustedes fueron elegidas para servir. Ustedes no son dispensadores de favores, fueron posesionados para ser cumplidores de obligaciones. Ustedes no fueron elegidos para lamentar lo que otros no hicieron, sino para corregir falencias. Ustedes se deben a los habitantes de sectores densamente poblados, de quienes esperan sus votos, y a sectores, no densos en población, pero sí con idénticas necesidades y exigencias del buen vivir. Este Comité nace para hacerse escuchar; para que sus pedidos no se pierdan entre carpetas; para ser considerados como ciudadanos del cantón Salinas, como personas con deberes que se deben cumplir y con derechos que se deben exigir”. Destaco estos conceptos porque son universales, porque transpiran urgencias y exigen acciones.

“La Península de Santa Elena y de manera especial el cantón Salinas, son joyas que deben brillar”. (O)