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Editoriales David Samaniego

Cerezal-Bellavista

Cerezal-Bellavista

Los velos que camuflan nuestra geografía se hacen mil pedazos al ser avistados. Ingreso a la parroquia Colonche. Estoy dentro de la novísima Unidad del Milenio Cerezal- Bellavista, esperada desde hace cuatro años. La ‘seguridad presidencial’ me acosa, delimita los centímetros que no debo invadir. Es 2 de mayo. Desde las ocho de la mañana las comunidades ‘voluntariamente’ convocadas esperan al ‘jefe’. En la vía de ingreso están aparcados 27 buses, listos para retornar a la feligresía a sus lugares de origen. Cerca de las once horas llega el presidente.

Los estudiantes de la unidad educativa que se inaugura vienen de las comunidades de Íceras de Julio Moreno, Las Balsas, Los Ceibitos, El Corozo, Salanguillo, Valle del Salado, San Vicente, La Clementina, Limoncito, Íceras de Colonche, Pueblo Nuevo, Cerezal-Bellavista, Guangala, Manantial de Guangala. También hay alumnos de Santa Elena, La Libertad, Salinas, Guayaquil y Milagro, ubicados en los octavos, novenos y décimos años de educación básica.

La idea de crear un complejo educativo bien equipado, en todo sentido, y de suprimir escuelitas dispersas en el sector, sin equipamiento ni infraestructura dignos, es plausible. Sin embargo, desde hace cuatro años se dijo que las vías de acceso requieren ser mejoradas, para que el invierno no ocasione la suspensión de clases. Nada se ha hecho al respecto.

Hoy, 2 de mayo, día de la inauguración del año lectivo, la vía está libre de polvo. Los tanqueros del Consejo Provincial se encargan de ponerla como debe estar todos los días. El discurso inaugural del presidente tiene escuchas designados y aplausos programados. No soporto el acoso de guardaespaldas camuflados. Treinta, cincuenta, quizá cien, no lo sé; además, hay militares, policías y agentes de tránsito.

Decido abandonar el recinto educativo. Recorro dos cuadras hasta encontrar mi vehículo. No pude aparcarme en las cercanías de la unidad educativa porque era ‘área reservada’ para la seguridad presidencial. Con la radio prendida me dirijo a la Presa San Vicente. No quiero morir sin verla llena, rebosante, porque para eso fue creada. Parece que debo esperar sentado.

Los infantes, niños, adolescentes y jóvenes de la Unidad del Milenio Cerezal-Bellavista no son el centro del discurso presidencial. No es una motivación para infantes, niños y adolescentes; es un espacio para denigrar el pasado y laudar a la patria nueva, a la patria grande; un momento para decir lo que se quiso hacer, lo que se hizo y omitir decir lo que se debía hacer y no se hizo. Lo mismo de lo mismo.

Cerezal-Bellavista es unidad técnica agropecuaria. No veo maquinaria para trabajar el campo, herramientas, insumos agrícolas, agrónomos. Si bien se ha dispuesto la vigencia del Bachillerato General Unificado, se insiste también en un pénsum agropecuario complementario que justifique la ubicación de la unidad y la urgencia de precautelar la migración del campo a la ciudad. En los albores de esta unidad educativa se pretendió que sus estudiantes se enamoren del campo, lo amen y aprendan cómo transformarlo. Este anhelo parece que de fin pasó a complemento. ¡Una pena!

“Educar es formar personas aptas para gobernarse a sí mismas, y no para ser gobernadas por otros”, Herbert Spencer. (O)