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Editoriales David Samaniego

Ciento treinta años

Ciento treinta años

El 28 de enero de 2018 se cumplieron 130 años de la llegada de los primeros misioneros salesianos a la ciudad de Quito. La expedición que arribó al país en 1888 estuvo conformada por el P. Luis Calcagno (director), P. Antonio Fusarini, P. Francisco Mattana, P. Ciriaco Santinelli, el clérigo José Rostoni y los coadjutores Juan Sciolli, Juan Garrone y José Matteo. Don Bosco conoció de esta noticia, les envió su bendición y falleció tres días después.

Este comentario puede estar viciado de parcialidad porque soy exalumno salesiano, porque fui parte de la estructura organizacional salesiana y porque siempre practiqué y difundí las bondades del sistema educativo salesiano; pero porque mis padres fueron honrados no puedo dejar de decirlo y pregonarlo. La educación salesiana fue para mi vida el mejor equipaje, en consecuencia, no puedo dejar de tenerla en mi mochila existencial.

El treinta y uno de enero de dos mil dieciocho se cumplieron ciento treinta años de la muerte de san Juan Bosco, fundador de los salesianos. Pretendo honrar su memoria con dos joyas que plasman intuiciones pedagógicas tempranas de Don Bosco al fundar una comunidad dedicada a la educación de la niñez y de la juventud: la Escuela de Artes y Oficios y el Sistema Preventivo Salesiano. Un ministro de educación capaz, no sectario, puede encontrar en estos programas las soluciones que Ecuador requiere para fijar un norte pedagógico y enraizar valores en franco deterioro.

Las opciones prácticas, el bachillerato técnico o los tecnológicos son nombres conocidos por nosotros de iniciativas emparentadas con la intuición ‘donbosquiana’ al fundar las escuelas de artes y oficios. Juan Bosco tuvo muy claro que era importante enseñar a leer y escribir, conocer la religión y las ciencias sociales, practicar valores, etcétera, pero además era una urgencia dar a los jóvenes una opción de trabajo y para esto creó la escuela de artes y oficios, de suerte que sus egresados llevaban la ciencia en sus mentes y el pan bajo el brazo porque estaban capacitados para el trabajo; baste con recordar a los egresados de los colegios técnicos salesianos de Quito y Cuenca, por ejemplo.

El sistema preventivo salesiano fue condensado por Don Bosco en un minúsculo folleto. Hoy libros y tratados llenan las bibliotecas buscando explicar la riqueza y las experiencias de esta feliz intuición de su creador.

El Sistema Preventivo Salesiano (SPS) se fundamenta en tres pilares: la fe, la razón y el amor, pilares que deben ir juntos porque faltando uno de ellos toda formación se tambalea.

-La fe permea todo el SPS: fe profunda en Dios, devoción a María Auxiliadora, fe en el ser humano, en la bondad de la niñez y de la juventud, en la vida y en el devenir.

-La razón es el pilar que marca una revolución pedagógica. Explicar los reglamentos y velar, como en familia, para que no se conculquen las normas. Es la antípoda del sistema represivo.

-El amor: amor a la niñez y juventud, amor al trabajo, sentirse a gusto con Dios y la humanidad.

Los exalumnos salesianos damos fe de la bondad del SPS. (O)