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Editoriales David Samaniego

Colinas y montañas

Colinas y montañas

No les culpo, asiduos lectores de EL UNIVERSO, si deciden abandonar la planicie, caminar cuesta arriba, levantar la cabeza y dejar de mirar al suelo. Admirar paisajes no vistos es algo maravilloso; sin ser una experiencia única e irrepetible, es el comienzo de nuevos descubrimientos. Dedico estos párrafos a la juventud porque posee energía, tiempo, ilusiones, ganas de vivir. Su talón de Aquiles, la inexperiencia, se cura con experiencias inteligentes.

La topografía de la Sierra ecuatoriana es muy variada, tiene múltiples puntos de atracción para paseos, excursiones y campamentos; sus lagos, ríos y montañas brillan con luz propia. Es menester informarse, conocer detalles, escoger metas y algo más. Este ‘algo más’ intento detallarlo a continuación. De la belleza de la Costa y Oriente me ocuparé en otra ocasión.

-Si se programa una caminata de dos o más horas, es indispensable entrenar por lo menos un par de semanas. Se sugiere caminar siempre acompañados de personas que guarden similares aptitudes y gustos, mejor si son conocedoras de la ruta.

No aconsejo paseos de tres o cuatro horas entre dos personas. Es mejor formar grupos, de tres en adelante, para una excursión exitosa; dos están bien para un paseo corto, en un poblado cercano y seguro. Dos en la montaña es un riesgo si algo llega a suceder a uno de ellos, peor a los dos. La prudencia es una virtud que todo montañista debe cultivarla.

Formado el grupo se escoge un destino y se establece un cronograma: dos horas de ida, una de disfrute de la meta alcanzada y dos horas para el retorno son suficientes para iniciar esta actividad; establecer dos horas para imprevistos es sensato. Las metas distantes o difíciles necesitarán de más tiempo.

-El destino debe nacer de un consenso. Una vez señalada la meta es aconsejable averiguar senderos, distancias, mejor si se conversa con personas que ya estuvieron allí. El que tiene vocación de montañista encontrará en cada fin de semana una oportunidad para adentrarse en lo desconocido. Cada persona es su propio motor, su incentivador, su árbitro.

-Los excursionistas madrugan. Contemplar un amanecer desde una colina y apreciar cómo la naturaleza otra vez toma cuerpo y retorna a la vida es un privilegio. Mr. Google tiene guías útiles sobre alimentación; asesorarse con montañistas amigos será siempre mejor. Los glotones no suben montañas, al igual que los trasnochadores. Subir a una montaña es un placer, pero tiene reglas precisas que deben ser observadas.

-Zapatos y medias apropiados para escalar montañas existen en almacenes especializados. La mochila debe contener lo indispensable: una navaja multiuso, una linterna, brújula, un dispositivo electrónico de identificación en caso de extravío, alimentos y agua, un botiquín de emergencia, ropa abrigada e impermeable.

-El ascenso exige un caminar lento, constante, silencioso, sin paradas, a pesar del cansancio. Cada media hora es plausible detenerse, mirar hacia la meta, darse la vuelta y mirar hacia el punto de partida; establecer referencias para una mejor orientación. Los horizontes del ascenso y del descenso difieren diametralmente. ¡Queda mucha tinta en el tintero!

“Citius, altius, fortius”, más rápido, más alto, más fuerte” (Henri Didon). (O)