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Editoriales Roberto Passailaigue

El milagro finlandés (IV)

El milagro finlandés (IV)

Los educadores de visión innovadora propenden a los cambios de un sistema educativo que necesita modernizarse, puesto que los paradigmas mundiales evolucionan y no podemos anclarnos en el pasado, por muy cómodo que nos resulte. Necesitamos formar ciudadanos para el mundo de hoy y del mañana.

En la educación tradicional, los alumnos van al aula y tienen clases de matemáticas, después de literatura y luego de ciencias, con un horario determinado; mientras que con los cambios en el sistema educativo en Finlandia y de las escuelas jesuitas de Cataluña, las clases tradicionales serán desplazadas por proyectos temáticos en los cuales los alumnos se apropian del proceso de aprendizaje mediante una metrología constitutiva de trabajo grupal investigativo, que implica importantes cambios para los profesores. Ellos deberán innovar para trabajar de forma colectiva, colaborativa e interdisciplinaria con sus alumnos y otros docentes.

Múltiples factores influyen para que la educación finlandesa sea una de las mejores del mundo; se basa en la trilogía: Profesores-escuela, Familia-estudiante y Sociedad-autoridades, que presentan factores comunes como “una alta formación en valores” y “la actitud de los actores”. La actitud es la manera de reaccionar ante los fenómenos o los diferentes temas que nos presenta la vida, ya sea frente al trabajo, la gente, problemas, familia, ante Dios, etc. La vida es un 10 % de situaciones; el otro 90 % son las reacciones frente a ellas.

Es momento de revisar el sistema educativo ecuatoriano, pues se ha demostrado que los países con mejores resultados educativos no son los estandarizados, ni los que más días y horas de clases tienen. Posiblemente, sea conveniente regresar al sistema anterior de 180 días laborables, ya sea por el clima o por los resultados ligados a la responsabilidad y calidad del sistema.

Quienes no sueñan en innovaciones basadas en exitosos modelos y sistemas educativos internacionales, para adecuarlos a nuestras propias circunstancias y realidades, están condenados seguir aplicando procesos del siglo pasado.