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Editoriales David Samaniego

¿Germinará la semilla de Alecksey?

¿Germinará la semilla de Alecksey?

Un trabajo periodístico de Diana J. León, en La Revista (18-II-2018), me lleva a Puerto Cayo. Con mi compañera de ruta, Bachita, y Hernán –todos avecindados en La Milina– viajamos por la Ruta del Sol. Un cielo de un azul generoso, matorrales y árboles vestidos de un verde intenso y el mar presente unas veces y oculto otras, a nuestra izquierda, son elementos suficientes para ser gratos con la vida.

Estamos en Puerto Cayo. La distancia entre Guayaquil y Salinas es igual a Salinas-Puerto Cayo. Nunca comprendí por qué este espléndido paraje un día dejó de crecer y empezó a deteriorarse, a lucir abandonado, con calles y senderos intransitables, mientras todo el entorno proclama ser un sitio privilegiado para el descanso, de residentes y turistas. La carencia de agua potable fue alguna vez la causa, temo que el problema persista. Recorremos seis kilómetros muy cerca del mar hasta Las Tanusas, un complejo turístico-habitacional, en gestación. No pudimos saborear los platos que describe Diana en su reportaje porque el hotel estaba repleto. La huerta tampoco lucía su mejor época; con un poco de imaginación comprendimos que se trata de un proyecto innovador que da sus primeros pasos, con éxito.

Las ensenadas de Machalilla, Puerto López y Salango, por las tardes, tienen el encanto de las pangas mecidas por las olas que crean espacios propios para el descanso y la paz. Mientras contemplo la belleza de la naturaleza no dejo de pensar por qué estas poblaciones siguen sumidas en la carencia de bienestar y progreso luego de un gobierno que durante diez años tuvo recursos suficientes para realizar una verdadera transformación del país. Los pobladores de estos lares viven alegremente, al canto de la ley, pero felices, a su modo. ¿Dónde está el Ecuador que ya cambió?

Hace rato, en Salango se detuvo el tiempo y se ancló el abandono. No me crean, visítenlo. Crucen sus calles, busquen su museo, contemplen la rada. Unos pocos lugares de comida, entre ellos el Delfín Mágico, luchan por subsistir. La lluvia de estos meses reverdece el paisaje, es verdad, pero también desnuda –en buena hora– la realidad que no es otra cosa que un amasijo de anhelos y promesas incumplidas.

Dos reclamos muy concretos al ministro de Obras Públicas: si usted no es el responsable, búsquelo por favor. La ciclovía que de Guayaquil enfila hacia la costa está abandonada, el monte se la engulle, los ciclistas ya no la usan, luce solitaria, lóbrega. ¿No es este un bien del Estado que costó dinero? Algo más grave. La Ruta del Sol (Spondylus) está deteriorándose de manera rápida y lamentable. El monte ha rebasado los bordillos, el ramaje ha estrechado los carriles, el cemento comienza a agrietarse. ¿Quién cuida de los bienes del Estado?

Ya en casa, leo la declaración de Alecksey Mosquera, exministro de Electricidad, enjuiciado: “Vengo a pedir disculpas al Ecuador y a confesar el delito”. Si bien en Ecuador la decencia languidece, pero aún está viva, me digo, a pesar de que los capos de la mafia enajenaron la connatural vergüenza. ¿Germinará la semilla de Alecksey? (O)