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Editoriales Roberto Passailaigue

Proletarizar la función pública

Proletarizar la función pública

El concepto de proletario ha sido utilizado por fundamentalistas de izquierda -Friedrich Engels, Karl Marx- como elemento central doctrinario del socialismo y comunismo para identificar a los trabajadores o clase obrera que carecen de propiedades y medios de producción por lo que, para subsistir, se ven obligados a arrendar su fuerza de trabajo a la burguesía o capitalistas, propietarios de los medios de producción.

Proletarizar sería el proceso por el que personas con trabajo autónomo o desempleadas, pasan a ser mano de obra asalariada, dependiendo de un empleador. Para el marxismo, la proletarización es una de las formas más importantes de movilidad social descendente.

La sociedad y la función pública necesitan no solo de mano de obra calificada, como obreros o profesionales para desempeñar las altas funciones del Estado. Si bien se requiere de sentido común y actitud proactiva, cualidades muy escasas en la actualidad, es necesario poseer estudios especializados en cada una de las ramas o funciones que se va a desempeñar. A más alto cargo, mayor es la responsabilidad, requiriéndose más especialización y estudio, por tanto, la remuneración es mayor. A menor responsabilidad, menos requisitos y baja remuneración. Así de simple. Bajos requisitos o estudios para los legisladores, asambleístas, alcaldes, presidente o vicepresidente de la República, para no excluir a los menos capacitados, obreros o proletariado, y criticar las remuneraciones altas, comparadas con una clase estándar de trabajo de fábrica o factoría, es bajar la calidad de la dirección en el servicio público. Los más aptos y competentes no participarían en la función pública por sus bajos ingresos, a no ser que acepten el cargo para luego ser parte de la corrupción, mediante coimas, a las que ahora les dicen propinas o “delicadezas”, de los favorecidos con los contratos.

El proletarizar la función pública es nombrar a funcionarios mediocres para ganar un sueldo bajo, sin méritos ni competencias, pero adeptos a un régimen político ideológico y propenso a formar parte de las argollas de la corrupción