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Editoriales David Samaniego

Ríos y montañas

Ríos y montañas

Nadie inventa la naturaleza. Ella está allí, donde siempre estuvo. Las bibliotecas esconden tesoros, están allí, nos esperan. El mar siempre cautivó al ser humano; fue y es escenario de las más variadas actividades. Ríos, lagos y lagunas, animales y vegetales, montañas y selvas, rocas y hielo también están ahí, en oferta permanente. Las aves, los peces, los reptiles y cuadrúpedos de variado género también están, como en vitrina. La oferta no es mensurable.

La fe y la razón, al darse la mano, hicieron de mi fe heredada una convicción sustentada. Fui y soy amigo de ateos que, en el fondo-fondo de sus conflictos existenciales, son más creyentes que yo, excelentes ciudadanos, intachables en su vida personal. Los creyentes bien podríamos culpar a Dios por haber creado un mundo tan maravilloso, haberlo puesto frente a nuestras narices y, a su vez, por habernos dotado de una corta y frágil existencia, con enormes carencias para poder disfrutarlo. Es como invitarnos a cenar y ver decenas de apetitosos platos y no poder saborearlos. ¿Cómo accionar, amigas y amigos, para evitar que se nos vaya la vida sin haberla vivido?

Me propuse, reiteradamente, adentrarme en el universo. Establecer preferencias. Conocerlas. Cumplir etapas. Vivir, sentir, disfrutar nuevas experiencias. Sentirme parte de un mundo que palpita, de un universo enorme, gigantesco, que de a poco podría ser mío a través del conocimiento, no importa dónde: en el cielo, en tierra, en las profundidades marinas o en las empinadas cumbres que rasguñan el cielo. Al morir de mi última y definitiva tarde espero que la vida se me despida diciéndome: ¡Misión cumplida, ese mundo ‘ancho y ajeno’ fue tuyo en tus conquistas y también en tus devaneos inasibles! Antes de bucear en el océano de nuestras aspiraciones y sueños, bien vale revisar nuestro equipaje, sincronizar nuestros tiempos y mirar nuestra brújula para saber que caminamos hacia donde queremos ir.

Me propuse esbozar algunos párrafos que puedan servir de guía a quienes entran al periodo de vacaciones en la serranía y aman la naturaleza, les gusta el campo, sienten felicidad al subir una colina o escalar una de sus montañas. El montañismo –andinismo en nuestro caso– es una actividad maravillosa que requiere de técnica y cumplimiento de normas precisas. La próxima semana me entretendré con estas sugerencias. El mar y la montaña enriquecen vidas, pero también engendran tragedias.

Es importante una macroplanificación de nuestras preferencias. Si es imposible conocer todo lo creado, sí es posible ser conocedores de música, pintura, urbanismo, historia, medicina, educación, ciencias sociales, religiosas, matemáticas, etcétera. El manejo de nuestro tiempo libre, es decir, de días que dependen solo de intereses personales y familiares, es un arte y una obligación. Hay quienes viven sin saber qué harán la próxima hora y dicen que son felices. Yo planifico mi día, distribuyo mi tiempo y satisfago mis gustos personales y familiares.

El macrocosmos debemos reducirlo a un microcosmos personal. La educación obra milagros si cada estudiante de la vida lleva dentro el germen de la curiosidad.

“La imaginación es más importante que el conocimiento”, Albert Einstein. (O)