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Editoriales David Samaniego

¿Tentar a la suerte, presidente RCD?

¿Tentar a la suerte, presidente RCD?

Mis ochenta años de vida, sesenta de magisterio y cuarenta y seis de presencia en las páginas de opinión de EL UNIVERSO, Vistazo y otros medios de comunicación social me autorizan a colocar algunos puntos sobre las íes.

-Presidente: usted tiene ‘mal ojo’ para escoger a sus colaboradores (ministros, asambleístas, jueces, miembros de diversos controles de Estado, etcétera). Digo ‘sus’ porque usted sabe que son suyos. Un administrador responsable requiere de colaboradores versados en temas específicos, de hombres y mujeres expertos; de personalidades capaces, también, de decir no cuando algo no debe hacerse. Un gobernante no busca incondicionales, porque él sabe que no es infalible. ‘Mi palabra es sagrada’, de su autoría, no fue un aserto, quizá un exabrupto. La discrepancia interna y el abanico de creencias y opiniones en vez de ser óbices para un buen gobierno son filtros extremadamente valiosos para encontrar la verdad.

Las genuflexiones y besamanos no caben en una administración pública sensata. Me apena ver a colaboradores suyos esforzarse por adquirir su tono de voz, imitar sus gestos, sarcasmos, bufonadas, poses de vanagloria, de sabelotodo, de dueños de la verdad. Buscan asemejarse a usted, presidente. ¡Qué pena, en pleno siglo XXI, ser testigo de aberraciones mayúsculas y de intentos de encantamientos colectivos. No sé qué espíritu maligno, un buen día, insufló en parte de nuestra América un virus que arrasó con Argentina, es cáncer en Venezuela, incendia a Brasil, golpea a las puertas de Bolivia y tiene al ‘Ecuador que ya cambió’ contra el piso.

No pertenezco a la patria nueva, porque no existe. Soy de la patria vieja, la de siempre, la de ancestros aborígenes, de la conquista, de la independencia, aquella que busca la verdad y la libertad. Ecuador intenta ser una cadena de consecuencias; en ocasiones, como ahora, un amasijo de inconsecuencias.

En esta hora de crisis vale hacer cuenta de todo el dinero malgastado en francachelas y saraos, en viajes faraónicos, en publicidad de adoctrinamiento político, en obras innecesarias y desproporcionadas. ¡Para qué enumerarlas! Algunas construcciones necesarias y bien hechas no son obra de la llamada revolución ciudadana porque fueron hechas con dinero nuestro, de todos los ecuatorianos, de esa amalgama de razas y creencias. Era su obligación hacerlas.

“Disponga usted mediante ley que otorgue garantías y respete libertades, que todo contratista declare el sobreprecio que debió pagar para acceder a la obra pública. Se requiere de una ley valiente porque tanto quienes exigieron como quienes aceptaron pagar sobreprecios son igualmente culpables. Usted prometió combatir la corrupción, presidente” (David Samaniego Torres, 20 de mayo de 2015). Ha pasado un año de silencio, presidente. Se dice sotto voce que el dinero de los sobreprecios pagados sería suficiente para hacer frente a la tragedia del 16A.

-¿Por qué no un fidecomiso para transparentar el uso del dinero que se recauda para restaurar Manabí, Esmeraldas y otras zonas afectadas por el terremoto? La estructura legal de su gobierno no conduce a la transparencia, usted lo conoce.

“De lo que se trata no es de cambiar al pastor, sino de dejar de ser ovejas”, Estanislao Zuleta. (O)