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Editoriales David Samaniego

¿Tienen alma los periódicos?

¿Tienen alma los periódicos?

Siempre soñé con un diario que palpite, que su contenido atesore sentimientos, que sus párrafos sean un compendio de episodios de vida que alimenten al intelecto y satisfagan al corazón. Las páginas que nos hablan de la naturaleza, de los enigmas de la política, de la corrupción, de las deficiencias de la administración pública, de la esperanza en la educación de las nuevas generaciones, de hallazgos portentosos, de conquistas y derrotas, de semblanzas de personas que dejan de existir, de hazañas deportivas, de sonrisas y lágrimas, etcétera, son células vivas que hacen de un periódico algo palpitante, porque cada edición ‘contiene de todo’, alimento diverso para personas también diversas.

Estos renglones son vivos, tienen alma. Quienes nos honramos al escribir una columna para EL UNIVERSO sabemos demasiado bien que no todos nos leen. Cada columnista tiene sus lectores por razones diversas: su historia personal, los temas que aborda, la manera de escribir y tantos otros detalles. La prensa libre insufla fuerza, actualidad, vida, esperanzas.

Fue el sábado 4 de junio. La hermosa iglesia de El Vergel, en Cuenca, recibió a familiares y amigos de Hernán, mi hermano, al cumplirse un año de su fallecimiento. María Eugenia, su hija, abrió su corazón: ‘Conocí en estos meses héroes, heroínas, ángeles. Estoy segura de que mi papá lo dejó planeado así. Mi tío David describió a mi padre como un hombre inconforme y radical. Lo es. Y hablo en presente porque en este año aún no aprendí a hablar en pasado de él, no es parte de mi pasado. En cada cosa que hago, él está presente. Eso hace que él se mantenga vivo. Eso es amor’.

‘Agradezco a quienes nos ayudaron para que esos duros momentos de su vida fueran lo más llevaderos posible. A mi madre, su fortaleza, su mejor apoyo, su complemento. A Marcos, su doctor de cabecera, su hijo de corazón. A mi hermana, la mimosa, la que le daba gusto en todo, la que lo cuidaba y protegía. A mi hermano, su cómplice, su alcahuete, su varón, su orgullo. Sus nietos, su debilidad, fuente de dulzura. Al padre Francis, por el milagro de preparar a mi padre para un auténtico ‘despertar’ y porque fue y es nuestro bálsamo. Descubrimos demostraciones de amor increíbles. Familiares y amigos nos regalaron solidaridad y mucho amor. Mi padre al ‘despertar’ a una etapa nueva en su vida, sus dos últimos años, nos despertó también a nosotros para vivir colmados de amor. Ese fue su legado’.

El 2015 la familia Samaniego Torres perdió a dos hermanos, víctimas de cánceres ladinos y arteros. Germán, 77 años, falleció el 11 de mayo; Hernán, 72 años, el 4 de junio. ¿Por qué, por qué y por qué?, nos preguntamos. La vida y la muerte deambulan siempre juntas. Si pensamos de dónde venimos y hacia dónde vamos, quizá encontremos respuesta para tantos ‘por qué’. De a poco las heridas se cierran. La fe y la esperanza recobran su brillo.

“Nuestros hermanos y hermanas están ahí desde el amanecer de nuestras historias personales hasta la inevitable oscuridad”, Susan Merrell. (O)