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Editoriales Roberto Passailaigue

LA CULTURA DE LA ANTI CULTURA

LA CULTURA DE LA ANTI CULTURA

La cultura constituye el conjunto de conocimientos e ideas no especializados adquiridos holísticamente por influencia social múltiple, mediante el desarrollo de las facultades intelectuales, con la lectura, estudio y trabajo, que caracterizan a un pueblo, a una clase social, a una época, profesión, edad, etc. La anti cultura es lo contrario, los conocimientos, costumbres, actitudes y comportamientos opuestos a la cultura.

La urbanidad y buenas costumbres nos proporcionan los principios básicos para la convivencia social. La urbanidad es el comportamiento acorde con los buenos modales que demuestra buena educación y respeto hacia los demás, como parte de la cultura de un pueblo o nación. Las reglas de la urbanidad y el comportamiento social están dejando de ser, en nuestros tiempos, un código riguroso e inamovible. El irrespeto e impudicia están cambiando los códigos de convivencia social, llegando en determinados sectores a una irreverente vulgaridad que refleja una cultura de la anti cultura.

La persona vulgar carece de educación y en su mediocridad no se sabe comportar en público o no posee buenos modales, caracterizándose por el uso de groserías, malas palabras o insultos en su diálogo o expresión de ideas. La costumbre de beber licor con algazaras en las veredas con parlantes a todo volumen, andar con el torso desnudo en casa o en el barrio, vestirse mostrando partes íntimas de su cuerpo, y demás actos impúdicos, ilegales e inmorales, constituye manifestaciones de anti cultura.

Los buenos modales, respeto, decoro, ética, moral, urbanidad y buenas costumbres se están cambiando por el irrespeto, impudicia, lenguaje agresivo, confrontativo, ofensivo e irreverente. Esta cultura de la anti cultura, parte de los cambios propiciados por los progres saupaulistas, en los que, lamentablemente han caído ingenuamente determinados líderes políticos, gremiales, comunicadores y personas que hacen opinión pública, por el vulgar populismo demagógico, a cuenta, de la libertad de expresión y opinión, que todos respetamos y defendemos, pero con decencia y decoro. (Continúa)