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Editoriales Roberto Passailaigue

LOS PARQUES Y LAS REJAS

LOS PARQUES Y LAS REJAS

De pequeño me llevaban al parque central de Babahoyo, un hermoso lugar lleno de árboles, bancas con tiras de manera, una glorieta elevada a un metro del piso, rejas de antepecho y con techo, fuentes y estatuas de bronce, como el parque Seminario. Los parques de Guayaquil eran iguales y mejores.

Recuerdo las bandas dando retretas los domingos, los mayores paseando o conversando sentados en las bancas y los pequeños correteando y jugando. Esos espacios verdes de sano esparcimiento para el pueblo, eran protegidos con unas rejas antiguas de hierro forjado con adornos de bronce fundido.  Así eran los parques en todas las ciudades del Ecuador y del mundo.  

Luego vino la modernidad con su tendencia urbanista de vanguardia con cemento y metal. Dijeron que había que integrar esos espacios a la ciudad y sacaron las rejas, las bancas de madera reemplazadas por metal y algunos fueron deforestados para dar paso a estructuras lineales de cemento. Creo que fue una tendencia mundial de espacios abiertos y minimalistas, por las décadas de los 60 y 70 del siglo anterior.

Si bien esos signos de modernidad agradaron a algunos, se perdió el encanto de los parques de antaño, se robaron cercas, faroles, estatuas, bancas, piletas de bronce y asaltaban y violaban a transeúntes. Los viciosos de la droga y gente de mal vivir se adueñaron de los parques y espacios verdes, dejando de ser de esparcimiento ciudadano; casos patéticos en Guayaquil fueron los Parques del Centenario y La Victoria.

Es así como a fines de los 80, empieza otra tendencia de volver a cercar los parques y áreas verdes, para recuperarlos y protegerlos de la delincuencia, microtráfico, drogadictos y trata de blancas. Si bien las rejas no evitan totalmente la delincuencia, si es un factor de protección importante e innegable, que supera el 70 y 80% en la seguridad.

Cuidado la novelería de las ofertas de campaña hace que, se desmantelen y eliminen las cercas de protección de parques y espacios verdes, como el Malecón 2.000, y se los entreguen nuevamente a vendedores ambulantes, ladrones, drogadictos, prostitución y vagabundos.