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Editoriales David Samaniego

De Punta Carnero a El Morro

De Punta Carnero a El Morro

En ‘¿Emergencia en la Península?’, publicado en este Diario la semana anterior, escribí: “Quien dirige su mirada a la franja marina que va desde El Morro hasta Punta Carnero verá un descomunal erial salpicado por sectores habitados, instalaciones aeroportuarias, salineras, laboratorios de larvas, Puerto Aguaje y Punta Carnero (carente hoy de servicios hoteleros)”. Intento nuevamente graficar lo descrito mediante pinceladas que me ayuden a ser objetivo para crear conciencia en pos de soluciones.

-Parto de algo obvio: quien vive sumergido en la suciedad pierde el sentido de la limpieza y se acostumbra a la basura, al desorden, a los malos olores, a la carencia de ornato, etcétera. Un individuo puede ser víctima de este flagelo, una familia puede vivir en la inmundicia sin percatarse de ella, una ciudadela puede caer en esta barbarie y una ciudad y un país pueden ser parte de un descuido generalizado, de un desorden organizado.

-Una pregunta indiscreta, amigas y amigos: ¿cuántos de ustedes se percataron de estas anomalías e hicieron algo para exteriorizar su malestar y pedir un cambio de comportamientos? Acostumbrarse a ver lo anómalo como normal es más fácil de lo que se piensa, forma parte de atavismos culturales.

-Les pido viajar conmigo. Desde el mercado de Salinas pasemos por el cementerio, en dirección a las salineras. Montones de desechos de construcción y apilamiento diario de basura, de toda índole, es el ‘adorno’ de esta avenida. Estamos en el reino de la arbitrariedad.

-El aeropuerto está situado en una amplia explanada carente de vegetación, no porque allí la naturaleza sea hostil, sino porque nadie se preocupa de arborizarlo, de dotar a la ciudad de zonas verdes.

-Estamos en Mar Bravo, la vía que nos conduce a Punta Carnero y Anconcito. Todo este sector espera el agua del cielo para reverdecer, pero lo que sucede es que cada año las lluvias son menos frecuentes. En La Milina, donde resido, este año tuvimos solamente cuatro días de lluvia. Si no existe una decisión del cantón para convertirlo en zona verde, cada día tendremos un paisaje más lunático que terrestre.

-Las construcciones en la zona donde se han asentado los criaderos de larvas se asemejan a los escombros luego de un bombardeo: terrenos sucios no construidos, casas abandonadas, cerramientos de mal gusto; por excepción también algunos laboratorios algo decentes.

-Antes del año 2000 Punta Carnero era un lugar de encuentros sociales, culturales, gremiales; hospedarse en sus hoteles era un lujo, tanto por su costo como por lo hermoso del sector estratégicamente ubicado frente al mar. No sé cómo ni cuándo, tampoco el porqué, sin darnos cuenta el lugar de encanto se convirtió en un fantasma, las instalaciones de hospedaje en edificios lóbregos y abandonados; la vegetación, que tampoco era abundante, en cascajo y polvo. Punta Carnero es una joya turística maltratada y abandonada.

-Convertir el polvo y la basura en compañeros, y el descuido y abandono en huéspedes, es el mejor camino a la autodestrucción.

“La península de Santa Elena es una joya que debe brillar”.

(O)