Blog Ecomundo

Editoriales David Samaniego

¿Gobernar es un arte?

¿Gobernar es un arte?

Gobernar puede ser un arte, no lo es necesariamente. Gobernar presupone capacidad y capacitación, además de una enorme dosis de sentido común. El presidente Mujica lo ha demostrado en la conducción de Uruguay, más aún, parece ser un personaje propietario del sentido común, porque lo que hace y sobre todo lo que dice nos resulta familiar, de una u otra manera algo tenemos todos de ese sentido de la vida que lo llamamos común, precisamente, por pertenecer a todos.

Me sirvo de viejos apuntes personales destinados a jóvenes, en aquellos espacios que me los reservaba, cuando maestro, para conversar con ellos más allá de lo prescrito o mandado; eran jóvenes que se graduaban de bachilleres y tenían ansias de encontrarse con una nueva manera de ser libres. Querían volar y estaban en su derecho. Gloso algo de aquello.

-La política no es sucia. Todos somos políticos, activos o pasivos. Los políticos honrados son el mejor detergente para limpiar la basura que pueda existir en una administración del Estado. El ejercicio de la política no ensucia, el corrupto percude el quehacer político.

-Hacer política no es optativo. Si todos somos políticos, lo que hagamos o dejemos de hacer repercute necesariamente en la vida de un país, porque somos nosotros el país, sin nosotros –sin los habitantes de una nación– no existe país. Quienes afirman que no son políticos porque no quieren ensuciarse, son precisamente los que permiten que ingresen al quehacer político enfermos de rapiña, doblez, hipocresía y otros engendros.

-Respeto y fraternidad son valores humanos imprescindibles para un gobernante. ¿La banda presidencial trae incluido el respeto? Ciertamente no, porque el respeto requiere de raíces y las raíces necesitan tierra fértil para desarrollarse. Un ser respetuoso no piensa si debe serlo o no, simplemente respeta porque ‘ese otro’ lo merece, ahora y siempre. Respeto no significa debilidad ni mucho menos. A la fortaleza, decisión, valentía y audacia les calza muy bien el respeto como denominador común.

-¿La banda conlleva fraternidad? Quien sirve al pueblo no espera recompensas, no se nutre de aplausos, no crea escenarios para su vanagloria, no propala falsas conquistas, no menosprecia a quienes no piensan como él porque es parte de una gran hermandad donde caben todos los pertenecientes a una nación. La fraternidad así entendida conduce a la unión, a la tolerancia, a respetar espacios de libertad y propende a la igualdad.

-Si alguien se prepara para gobernar un país bien haría en tener en cuenta elementos de cordura y sensatez. Un cacique siempre será un cacique; un prepotente no bajará de su pedestal; un acomplejado creará andamiajes para esconder represiones. Encumbrar a quien es incapaz de dominar su ego es traición a la patria. La sanidad mental debiese ser un requisito para acceder al poder.

-Gobernar un país es conocerlo, entenderlo, valorarlo y servirlo a sabiendas de la complejidad de tejer la historia con madejas dispares y hebras entrecruzadas. Mandar y gobernar no son sinónimos. Lenín Moreno Garcés hace su debut, escribe su propia historia.

“Los hombres intentan gobernar a los demás, pero evitan gobernarse a sí mismos”, John Osborne. (O)