Blog Ecomundo

Editoriales David Samaniego

Mi alma tiene prisa

Mi alma tiene prisa

Tomo prestado de Mario de Andrade el título de su poema y unas líneas para comentarles sobre la reciente partida de un amigo del alma que ‘tuvo prisa’ en marcharse al más allá: “Conté mis años y descubrí que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante que el que viví hasta ahora… Quiero rodearme de gente que sepa tocar el corazón de las personas… Gente a quien los golpes duros de la vida les enseñó a crecer con toques suaves en el alma… Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia”.

Alguien se expresó con sabiduría al decir que los hermanos nacen, los amigos se hacen. Es por esto que las genuinas amistades nacen, crecen y se fortifican sin fórmulas previas, sin intenciones ocultas. Nacen como nacen los hongos luego de una tempestad, por generación espontánea. Así nacieron amistades hace más de cuatro décadas, todas con un denominador común: maestros en ejercicio de sus funciones y aficionados al juego de cuarenta. Algunos se quedaron en el camino. Los viejos hemos iniciado la égida, por suerte bastante distanciada en despedidas.

Alberto Cortez puso en verso sus querencias para convertirlas en una canción que es un himno a la amistad: “A mis amigos les adeudo la ternura/ Y las palabras de aliento y el abrazo/ El compartir con todos ellos la factura/ Que nos presenta la vida paso a paso/ A mis amigos les adeudo la paciencia/ De tolerarme las espinas más agudas/ Los arrebatos del humor/ La negligencia, las vanidades/ Los temores y las dudas’’.

El doctor Jorge Cordero Machuca acaba de dejarnos. Lo conocí en el Cristóbal Colón como profesor de Química. Docto en la materia, exigente, de pocas pulgas, responsable; jamás toleró la mediocridad. Sus alumnos solamente podían escoger entre ser muy buenos o excelentes. Pasados los años, cuando esos alumnos se convirtieron en profesionales y padres de familia, recién entendieron los enigmas de los caminos de la vida y agradecieron a su maestro que alguna vez los fastidió.

Jorge atendía personalmente una deficiencia renal. Hace un año enviudó. Disfrutaba jugar con sus amigos ‘los cuarenteros’. Lo hacía con gusto, con pasión, con ingenio y picardía. Hace tres meses viendo que habíamos dejado de reunirnos como de costumbre, él organizó una reunión improvisada, urgente, para actualizar nuestro calendario de juegos. ¡Sorpresa! Ocho convocados, ocho presentes. Fue una tarde maravillosa. A los pocos días de habernos reunido con tanta urgencia, una bacteria le arrebató su lucidez y luego de duro combate y resistencia, a pesar del cuidado de sus hijos, su cuerpo se doblegó.

Nuestro grupo empieza a vivir sin él. Ese no ser y estar presente es el premio a los seres que dejan huellas en nuestras vidas. Con Jorge ayer en la contienda, con Jorge hoy en el recuerdo. La vida sigue. Dos meses de lucha por vivir hicieron que amigos, familiares y exalumnos estuviésemos en oración permanente y unidos para recuperar la salud de un ser muy querido. La muerte, al final, triunfó una vez más. ¡Buen viaje, dilecto amigo! (O)