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Editoriales David Samaniego

Pisando tierra

Pisando tierra

Hace ocho días, en esta columna, se publicó ‘Los dioses guancavilcas’. Alguien, con sobrada razón, me recordó que guancavilcas se escribe con h y no con g. Escribo esta columna para aprender y también para difundir aquello que puedo captar, ejercicio de enorme beneficio personal y social. Es la primera vez que escribo guancavilca en lugar de huancavilca, como tradicionalmente se lo hace. Lo hago basado en lecturas que abordan estos temas, en historiadores y arqueólogos preocupados por la razón de ser y el origen de ciertos fonemas en culturas ancestrales. Se afirma que si es imperioso que guancavilca se escriba con h, entonces, Guayas y Guayaquil debiesen escribirse Huayas y Huayaquil y de igual forma guaba, guasango, Guangala, guayacán, guachapelí o Guale. Javier Véliz Alvarado y Carlos Zeballos Menéndez defienden esta grafía. Exhorto a nuestros doctos filólogos a que nos ilustren al respecto porque hay defensores en las dos esquinas. Dudar es sano, ventajoso e inteligente; permanecer en la duda y no despejarla puede sonar a desidia o terquedad. La duda es un acicate que nos incita a encontrar ‘nuestra verdad’, cuando no es dable llegar a la certeza esencial.

Creo necesarias algunas acotaciones a mi artículo ‘Dioses guancavilcas’ para una mejor comprensión del tema fundamental allí expuesto. Lo que se contempla desde el aire difiere mucho de aquello que se observa ‘pisando tierra’. La cercanía hace que desde abajo y no desde arriba se vean comprometidos nuestros sentidos, porque se convierten en valiosos sensores de una nueva realidad que nos impacta de modo diverso a cada uno de nosotros. Los filósofos tomistas, siglos atrás, sentenciaron: “Quidquid recipitur ad modum recipientis recipitur”; aquello que captamos lo hacemos acorde con nuestros moldes conceptuales. A modo de ejemplo: si recorremos la vía Buenos Aires-Sacachún-Julio Moreno-Las Juntas-Limoncito-Chongón y luego describimos lo visto, no debe extrañarnos la diversidad de percepciones de cada uno de los viajeros, porque todos responden a mundos internos diferentes que sirven de patrón comprensivo para receptar experiencias e incorporar conocimientos diversos. Si viajan en un mismo transporte maestros, poetas, ingenieros, religiosos, políticos, médicos, sociólogos y agricultores, por ejemplo, ellos coincidirán muy poco en sus apreciaciones sobre el viaje realizado. Aquello de que ‘cada uno es cada uno’ es una verdad.

Cuando piso tierra mientras recorro la patria, tengo sensores especiales que mantienen latentes: la necesidad de comunicar, de denunciar carencias, de admirar lo bello, de ponderar aciertos, de hablar con la gente, de agradecer a Dios por la vida, de sentirme pequeño frente a la inmensidad del universo y grande a su vez por la vida racional que poseo.

El señor prefecto de Santa Elena debe pronunciarse sobre el futuro de la vía Buenos Aires-Julio Moreno-Limoncito. El tramo que pertenece a Guayas está por concluirse. No es dable que el resto de esta obra necesaria para el desarrollo de esta zona se vea abandonado. Una buena vía y suficiente agua, potable y de riego, son dos urgencias impostergables. Las deudas deben pagarse a tiempo.

“No hay nada nuevo bajo el sol, pero hay un montón de cosas viejas que no conocemos”, Ambroce Bierce. (O)