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Editoriales David Samaniego

Sí a las siete preguntas

Sí a las siete preguntas

Donald Trump exhibe bajos instintos: ‘Países de m…’ llama a Haití, El Salvador y países africanos. Los norteamericanos habrán evaluado ya las expresiones de su presidente, pero que Trump dispare su ‘trumpabulario’ en contra de países, con peculiar identidad, es repudiable. Aquí cabe el go home y una versión de Carreño, en inglés, para ponerla en manos de tan osado gobernante.

He llegado a mis ochenta y dos años de vida y no me atrevo a escribir la palabra ‘m…’, con todas sus letras, en una página de opinión. La sustituyo por estiércol o porquería, nos merecemos respeto.

En 1935, para situarnos en el tiempo, Julio Jaramillo y yo nacimos en octubre: el 1 de octubre él y yo el 9, es decir, no soy ni tan viejo ni demasiado joven. De manera perversa, insolente y mendaz se quiso echar tierra sobre la historia nacional desde los albores de nuestra independencia hasta inicios de la ‘década malgastada’ cuando se pretendió refundar el país. Provengo de una camada donde los abuelos precautelaban los valores que inculcaron a sus hijos; de un momento en la historia donde una pléyade de ciudadanos preclaros, honrados, competentes y patriotas donaron su tiempo en beneficio del país; cuando un expresidente o funcionario público, al dejar su cargo, transitaba por las calles sin miedo, sin guardaespaldas, con la cabeza erguida, respetuoso y respetado.

El mundo perdió la cordura. Ecuador no está en el catálogo de los países de Donald Trump, pero sí, Ecuador por primera vez es un país con demasiada porquería encima; por donde uno ande se percibe la inmundicia; cuando esta llega a los tribunales, se la expande con ventilador por semanas, por meses; su fetidez lentamente se convierte en hábitat que amenaza quedarse antes que disiparse. Tenemos un expresidente que pasea por el país, sin asomos de vergüenza, a sabiendas de que él presidió un gobierno que hoy es tildado como uno de los más corruptos.

La pestilencia de un irresponsable manejo económico postra cualquier iniciativa; la castración moral impuesta a la educación en sus diversos niveles produce una juventud sin norte y una niñez apta para todo ultraje. Tenemos delincuentes que huyeron cuando otros siguen atrincherados en el poder, soñado para trescientos años. Nunca la corrupción amenazó tanto; hoy el corrupto ostenta su impudicia.

Temo por quienes nacieron veinte años atrás. Por los niños hoy adolescentes, por los adolescentes hoy jóvenes, por generaciones jóvenes surgidas sin brújula certera, listas para enrolarse en ejércitos sin Dios ni ley. Ecuador es un país con hedor a corrupción a lo largo y ancho de su geografía: armar un equipo para erradicarla cuando parte de las autoridades hoy presentes en el Gobierno son producto de los generadores y causantes de la podredumbre es imposible. ¿Dónde están las agrupaciones sociales; dónde, las individualidades formando líderes; y dónde, las voluntades luchando por un mejor vivir, desde las calles? Hemos llegado a nuestra hora cero.

Demos las espaldas a quienes hacen del poder catapulta de protervos y mezquinos intereses. Nuestro Sí, en la consulta popular, puede ser un buen comienzo.

“Ay, de los vencidos”, Breno. (O)