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Editoriales David Samaniego

Urge depurar la nómina

Urge depurar la nómina

Esta columna, en tres o cuatro años, cumplirá cinco décadas. Alguna vez quise regresar a fojas uno y releer lo aquí escrito en casi medio siglo, no me atreví. Mi abuela Adelaida, cuando algo raro pasaba en casa, algo que no encajaba en su magín, sentenciaba: ‘basta vivir, para ver’. Eso me está pasando. Cabalgo, desde hace dos años, sobre la década de los ochenta y creía haberlo visto todo, pero no, presiento que el aserto de mi abuela no pierde vigencia. Es oportuno indicar, para una mejor comprensión, que escribo este comentario hoy, ocho de diciembre.

¿Recuerdan ustedes la frase con la cual concluyeron algunos de mis artículos, no hace mucho tiempo, cuando me refería a la incertidumbre que proyectaba el gobierno del presidente LMG en sus primeros meses?: “Lenín Moreno es un supino farsante o él decidió hacer historia”. Así sintetizaba mi percepción. Anhelaba que él decidiera ‘hacer historia’… aún lo anhelo.

Concluido el sexto mes de gobierno del presidente Moreno muchos ecuatorianos seguimos desconcertados. Somos testigos –unas veces impávidos; otras, enervados– de amagos, escaramuzas, fintas e intentos por no romper lo que yace en pedazos o publicitar cambios inexistentes. Ejercer la presidencia de un país debe ser algo muy complejo, máxime cuando las condiciones políticas son adversas, pero ‘quien se mete a soldado tendrá que aguantar’ porque no se trata de un juego veleidoso sino de una ocasión propicia para conducir responsablemente a una nación hacia una conjunción de fuerzas en busca del tan publicitado buen vivir.

Las actuaciones de la Fiscalía en torno al enjuiciamiento a Jorge Glas y las declaraciones de Eduardo Mangas, captadas ‘oportunamente’ mediante moderna tecnología, nos sumergen en un limbo extremadamente riesgoso, coloca patas arriba las presuntas buenas intenciones de LMG y, lo más riesgoso, alimenta la hoguera de perplejidades y junto a ella acumula combustible en extremo inflamable a sabiendas de que vivimos una democracia débil, raquítica, ni siquiera convaleciente. El contenido de dichas declaraciones es incendiario. Quiero referirme a dos de ellas; estoy seguro de que en el devenir de estos días otros columnistas se preocuparán, o se habrán ya preocupado, de esto que me inquieta en grado sumo.

a. ‘Mangas reconoce que las denuncias de la Comisión Anticorrupción y de Fernando Villavicencio son verdaderas. Y no solo eso: que el expresidente Rafael Correa también lo sabía’ (Expreso, 6-XII-2017). Algo gravísimo. Se defiende a los corruptos desde el poder, se persigue a quienes lo denuncian. Se aúpa la corrupción.

b. ‘No vamos a ceder en nada, pero tenemos que dialogar, que se sientan escuchados’ (ibidem). Una estocada, no sé si de frente o por la espalda a LMG, porque él pregona como su mejor aliado para gobernar al diálogo que por esencia no es monólogo, peor un conversar para crear distractores e impedir cambios sustanciales. ¿Nos creen o somos, acaso, una sarta de estúpidos e indolentes?

Urge depurar la nómina de gobierno. El enemigo está en casa. La cirugía mayor anunciada debe llegar ‘de angas o de mangas’. (O)