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Editoriales David Samaniego

A la Costa

A la Costa

Tomo prestado, de Luis Alfredo Martínez Holguín, el título de su novela A la Costa, publicada hace una centuria y doce años más, necesaria para entender lo que sucedía en la ciudad y en el campo del Litoral ecuatoriano, en aquellos lejanos y distantes entornos. Para saborear su lectura es menester adentrarse en las minucias y grandezas de quienes decidieron hacer del campo su hábitat y de la tierra su mesa de trabajo. Hoy convoco a los habitantes de nuestra serranía: A la Costa, paisanos. ¿Por qué?

-Porque los estudiantes están de vacaciones en la Sierra; sus padres han ahorrado durante el año para convivir unos días con sus hijos fuera de su ciudad y provincia. La Costa es una excelente opción.

-Porque viajar a las diferentes provincias es un regalo para nuestros sentidos: vista, olfato, gusto, oído y tacto, que se convierten en antenas maravillosas para conectarnos con la naturaleza.

-A la Costa, porque las condiciones climáticas han cambiado, en el Litoral, diametralmente. Hace quince años, en Salinas, en estas semanas, hacía frío y del bueno. Siempre me pregunté por qué venían mis paisanos de vacaciones, precisamente, cuando hacía más frío. La respuesta me la daba yo mismo, en parte, porque era el único tiempo disponible para viajar a la Costa en familia. Los viajeros me decían, además, que ‘el frío costeño no es tan frío como el frío serrano’.

-Escribo estos renglones en La Milina, Salinas, ciudadela que hasta hoy no ha ingresado a la mesa de urgencias de esta administración municipal, pero que aún confía constar en la planificación para el próximo año.

-El sol, por suerte, no menosprecia calamidades. Sale todos los días y nos alumbra a pesar de que esos rayos de luz pongan de manifiesto el abandono crónico.

-En las provincias de Santa Elena, Manabí, El Oro, Esmeraldas y Guayas, el clima ha cambiado radicalmente. Ya no existe la temporada playera, todo el año es temporada. Bien valen entonces unas semanas o días para disfrutar de la naturaleza en esta franja costera que no se cansa de besar al mar Pacífico.

-¿A dónde ir? Seleccionen la provincia, luego la ciudad y la playa. Ecuador tiene mucho que ofrecer, soy conocedor de este regalo de la naturaleza. Sugiero que tengan un punto de llegada del cual puedan salir para conocer otros sitios cercanos de interés familiar. Tenemos días de cielo azul y sol radiante; otros turbios, sin sol, pero no fríos. Volcanes en actividad y temblores siempre los tendremos, no constituyen motivos para dejar de visitar la Costa ecuatoriana.

-Los servicios de hospedaje y alimentación han mejorado ostensiblemente; los hay para todos los gustos y bolsillos; reservarlos es parte del éxito.

-Hace quince días, en familia, alquilamos una lancha en Puerto El Morro y navegamos hasta Posorja para avistar a nuestros delfines cholos, los bufeos. Fue una experiencia maravillosa. El show de las ballenas jorobadas no se puede describir, hay que vivirlo. A la mar, paisanos. Lo mejor está por vivirse.

“Viajar es un ejercicio con consecuencias fatales para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente”, Mark Twain. (O)