Blog Ecomundo

Editoriales David Samaniego

¡Qué inocentes fuimos y somos!

¡Qué inocentes fuimos y somos!

Los católicos recordamos hoy a los santos inocentes, aquellos niños sacrificados por el rey Herodes en el afán de matar a Jesús, el Salvador recién nacido, según nos relata Mateo. Es costumbre ecuatoriana aprovechar este día para las llamadas inocentadas, es decir, gastar bromas a los amigos haciéndoles creer como verdadero algo que no es ni será. La inocentada lleva necesariamente una dosis de picardía, el conocimiento del genio y carácter del amigo, también de su credulidad. Las inocentadas son frecuentes entre amigos cercanos, entre personas dispuestas a comprenderlas.

La pregunta del millón. ¿Es posible ‘hacer inocentadas’ a todo un pueblo durante muchos años? ¿Existe una escuela donde se aprenda el arte de encantar a una población y volverla dócil y crédula hasta hacerla tragar ruedas de molino? ¿La publicidad es capaz de crear lo inexistente, de cambiar realidades, de engendrar cosmovisiones y domesticar voluntades? El terreno es resbaladizo, espinoso y pantanoso, lo sé, pero debemos cruzarlo. Estamos en tiempos de campañas políticas, no toleremos que nos hagan inocentes. A vista de pájaro unas pistas para entender mejor lo que nos ha pasado, no solo en la ‘década ganada’, sino también en anteriores.

a. “El pueblo unido jamás será vencido”, noble consigna y meta anhelada que ha sido pisoteada y sustituida por una declaración contrapuesta: El pueblo para progresar debe odiar a muerte a quienes abusaron de él, a banqueros, partidocracia, prensa corrupta, pelucones, empresa privada, etcétera. ¡Prohibido olvidar! Hoy somos un pueblo de hermanos que no se reconocen, un pueblo de inocentes tratados como traidores, un enjambre de traidores tratados como inocentes. ¡Grave inocentada!

b. ¡Un gobierno de manos limpias! Bienvenido sea. Todos celebramos el propósito, era urgente. La frasecita se la recitó hasta el cansancio, mientras paulatinamente se dio paso a un descarado manoseo de lo público y lo privado. La promesa se convirtió en burla. La democracia entró en catalepsia, las libertades sucumbieron, la economía se manejó alegremente, se metió la mano a la justicia; las manos limpias se mancharon de inmundicias insospechadas. ¡Qué inocentes fuimos! Contratos a dedo, declaraciones de emergencia para favoritismos, imposibilidad de obtener información sobre contratos multimillonarios realizados sin concurso público, etcétera.

c. ¡Un gobierno de mentes lúcidas! Vendido así este producto en el mercado político originó varias actitudes: de sorpresa, de mundos nuevos, de horizontes renovados, de expectativas, de ‘por fin, ya era tiempo’. Creímos en las mentes lúcidas para transformar la realidad y terminar con viejas mañas. ¡Qué inocentes! Las mentes lúcidas torcieron las leyes, destruyeron la institucionalidad, crearon diques y búnkers para blindar el acceso a la información.

d. ¡Un gobierno de corazones ardientes! Corazones que se consumen por la Patria, corazones sin otra pasión que el servicio al país, corazones sin mezquindades, corazones heroicos que arden en el altar patrio día y noche custodiando la heredad y velando por el bienestar presente y futuro de quienes viven en el Ecuador. ¡Maravillosa, deslumbrante, poética inocentada!

“Puedes engañar a algunas personas todo el tiempo, y a todas las personas por un tiempo. Pero no puedes engañar a todos todo el tiempo”, Abraham Lincoln. (O)