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Editoriales David Samaniego

¿Y ahora qué…?

¿Y ahora qué…?

Hemos sido testigos de bajezas y ardides insospechados. No hemos cambiado, como se pregona. Hemos emulado con creces antiguos vicios al amparo de la tecnología y medios de difusión masiva. ¿Lecciones de la segunda vuelta? Considero que es obligación de quienes escribimos en páginas de opinión consignar evaluaciones y criterios que más tarde ayuden a entender comportamientos en una época determinada. He tratado de dar a conocer cómo pienso, cuáles son mis valores y cuáles mis anhelos para el país. Estamos empantanados en la duda y parece que nuevamente la turbiedad se abre paso.

No es la primera vez que dos candidatos proclamen al unísono su victoria cuando solamente uno puede ganar en la contienda, pero no es usual, es ilegal, que uno de ellos se presente en actos públicos como el triunfador en un proceso que debe ser declarado oficialmente como concluido con sus respectivos resultados. Cuando se atropellan procedimientos y se juega a la política ‘de hechos consumados’ se juega también con la paciencia de un pueblo.

Hace poco manifesté mi voluntad de sufragar a pesar de no ser una obligación para mí, y lo hice. No salí bien impresionado luego de depositar mi voto, si bien el militar junto a la puerta se portó muy cortés y me condujo hasta la mesa de votación. Se repitió el problema del 19 de febrero al indicarme que mi nombre no constaba en la lista y que debía ir a otra sala. Les hice notar el error porque si en dicha mesa votaban desde Paredes hasta Sánchez significaba que Samaniego debía estar en la lista, como en efecto así fue. Jóvenes vestidos informalmente, uno de ellos con la visera de su gorra hacia atrás, restaron decoro a un acto de enorme responsabilidad ciudadana. Hubo un tiempo en que era un honor ser parte activa en este evento, a pesar de las molestias y dificultades que conllevaba. Para orar entro al templo, a un lugar que me invita al recogimiento y meditación. Cuando sufrago ingreso al altar de la patria donde deposito mi ofrenda, el voto por la persona que cumplirá con las leyes y nos ayudará, a los ciudadanos, a cumplir con nuestras obligaciones y a exigir nuestros derechos.

Hablar de fraude electoral en un país es muy grave. Cuando se lo denuncia, demuestra y se persiste en el atropello, se puede iniciar un mandato deslegitimado en las urnas con todas las consecuencias que fácilmente podemos imaginarnos. En la última década se ha demostrado que es inconveniente que los poderes o funciones de un Estado dependan de la voluntad de una persona y no de su respectiva independencia y atribuciones pertinentes. Los peligros y conflictos que se originan en la vigencia de un Estado democrático no se pueden cotejar con los perniciosos abusos de una dictadura, máxime cuando se ampara en un publicitado Estado de derecho. Es imperioso que el CNE absuelva todos los alegatos receptados, de suerte que quien sea proclamado presidente nazca al amparo de la ley.

“El respeto al derecho ajeno es la paz”, Benito Juárez(O)